A CAMBIO DE NADA
Y la necesidad de contarlo
Daniel Guzmán, conocido sobre todo por su papel como Roberto en la exitosa comedia de Antena 3 "Aquí no hay quien viva", dio el salto a la dirección cinematográfica el pasado año con "A cambio de nada" tras cinco años de escritura, dos años buscando financiación, tres meses de pre-producción, seis semanas de rodaje y un año de pos-producción.
Al más puro estilo de "El bola" o "7 Vírgenes" Daniel Guzmán narra su propia vida a través de Darío, un chico de dieciséis años que decide escaparse de su casa tras no aguantar la presión a la que está sometido por el divorcio de sus padres. En la calle pasa el tiempo con su amigo Luismi, fiel compañero con el que ha pasado toda su vida. Ese verano en el que Darío comienza a vivir la vida por su cuenta contará con el apoyo de Caralimpia, un viejo delincuente con apariencia de ganador, y Antonia, una anciana que recoge muebles abandonados con su motocarrro, los cuales le harán ver la vida de otra manera, o al menos eso proclama la película.
Daniel Guzmán toma prestados escenarios de su propia vida cotidiana adolescente para albergar el ambiente frío y de barrio que quiere plasmar. Y lo consigue. Todo es muy natural, muy español. Sin embargo, las actuaciones te sacan de ese ambiente que Guzmán ha creado, destacando sobre todo la de su abuela, Antonia Guzmán, la cual supongo que su nominación de este año al Goya a Mejor Actriz Revelación se deba más a una razon externa a su actuación que al resultado obtenido. Queda clara la intención con la que se planteo que Antonia interpretara a esta mujer: una señora mayor que no encuentra razones por las que seguir adelante y está cansada de todo. Es más, el propio Daniel afirma haber escrito el papel única y exclusivamente para su abuela, por lo que no podía ser otra quien interpretara a este personaje. Se comprende, sí. Ahora, una cosa es querer expresar la pasividad de una mujer mayor ante la vida, y otra construir un personaje totalmente plano sin ninguna evolución a lo largo de la película. Sin duda, un fallo de casting el que ha tenido esta película al querer hacerse de manera tan persona. No hubiera estado de más dedicarle más reflexión a este apartado de la película. Así como los diálogos y las situaciones. Se entiende lo que Daniel quiere expresar, pero no lo hace de la manera que debería. Falta credibilidad dentro de la película, pues notas como a veces los personajes saben que estan actuando para una cámara que tienen delante, y con algo muy marcado, pero no estan dejándose llevar.
Pese a todo, Daniel ha conseguido lo que venía buscando: liberarse, expresarse y hacerles ver a sus padres, por lo que se puede leer entre las líneas de la dedicatoria de la película, la adolescencia por la que tuvo que pasar tras su divorcio. Siempre sienta bien liberarse de algo que llevabas dentro y no encontrabas la forma de expresarlo.

de Sergio de Mingo.
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