
BROOKLYN
"Home is home" escribe Nick Hornbey en la adaptación de la novela de Colm Toibin. "Home is home" porque en Brooklyn no hay nada tan importante como la búsqueda del hogar. ¿De dónde somos? ¿A dónde pertenecemos? ¿Somos el ahora, el pasado o lo que nos viene por delante? ¿Somos de quien queremos o de quien quisimos? ¿Estamos donde están nuestras raíces o donde apoyamos la cabeza al dormir? A este conflicto se enfrenta Eilis Lacey, interpretada por una brillante Saoirse Ronan cuyos ojos azules, pelo rojo y abrigo verde hacen símbolo en la pantalla a cada uno de los planos. El hogar y la nostalgia -siempre tan ligados- se nos presentan casi como un personaje más de la película, nos cargan de emociones y hacen de esta historia tan convencional algo bonito.
No puedo mentir, la película no es nada original. Su trama es sencilla, típica y quizá es más mérito del director, del guionista y de la propia Saoirse que esto haya alcanzado la belleza y profundidad que logra; pero también peca de sentimentalismo más que de emotividad. No vamos a negarlo.
Su fotografía, su puesta en escena, su música, su vestuario, sus actuaciones, sus palabras: todo es elegante. Formalmente hablando, perfecta. Innovando no tanto. Sin embargo, la película está tratada tan al detalle que pronto olvidamos lo fácil de la historia y nos sumergimos de lleno en todas esas dudas existenciales que tratan de la nostalgia, el amor y el hogar. De algo que aparentemente bien podría haber sido una película sin más, surge algo con esencia, con encanto. Y todo gracias a la mano de John Crowley, quien construye unos personajes sólidos en una forma clásica, pero correcta; y quien logra que Eilis nos recuerde lo que es no pertenecer.
Brooklyn son dos lados del océano, dos vidas diferentes en una misma persona: el sentimiento del que emigra y de quien no sabe ya cuál es su casa. Primero los miedos, después la nostalgia y... "un día el sol saldrá. Quizá no lo notes de inmediato, pero será esa sensación. Y luego te darás cuenta de que estás pensando en algo más, en alguien que no tiene conexión con el pasado. Alguien que es solo tuyo y te darás cuenta que aquí es donde está tu vida"; porque como dice el Padre Flood: "la enfermedad de la nostalgia es como el resto de enfermedades, pasará".
Gracias, Brooklyn, por retratarlo tan fielmente.
de Sandra del Olmo.
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