FARGO
Muchas veces caminar por la nieve es un poco engorroso. Sobre todo cuando quieres ser sigiloso, pues por poco que peses, nunca podrás evitar que tus botas crujan a cada paso. Pero aún más difícil se vuelve cuando llevas encima un cargamento como el que lleva Fargo, pues por mucho que quiera pasar desapercibida no puede, le es imposible. Y es que Fargo es Fargo por cada una de los detalles que se han cuidado. Y claro, llevar tantas cosas encima y con tanto peso, pues a veces cuesta.
El argumento no podría ser de lo más típico del cine negro: una ciudad tranquila en la que nunca pasa nada, de repente se convierte en el principal foco de una serie de asesinatos. Pero da igual, aquí no importa lo mucho que pueda beber de todos sitios, porque Fargo no es criticable desde el exterior, no puede ser calificada, no puede ser encasillada. Con una duración de 50 minutos de puro suspense por capítulo y 10 impactantes capítulos por temporada, Fargo ha llegado para removernos por dentro y no dejarnos quietos en ningún momento.
Una de sus señas de identidad son sin duda los títulos de créditos, los cuales impregnan la escena de intriga, captando tú atención hasta ese esperado título en letras rojas que reza "FARGO" y te prepara, de alguna manera, para la hecatombe que te espera.

Su fotografía podría calificarse de las más interesantes de la televisión estadounidense desde "Breaking Bad" o "House of Cards", ayudado, sin duda, por esos paisajes nevados de la ciudad de Bemidji -donde en realidad tienen lugar los sucesos- y el guión sobre el que se sustenta. Construido mediante diálogos impecables que en ocasiones recuerdan a Tarantino, construye al final una trama sobria y sin agujeros -lo propio de los Cohen-, haciendo que sus personajes brillen, sobre todo los puestos en la boca de Lorne Malvo, el cual no tiene mejor carta de presentación que esta:
Y es que el reparto de Fargo esta impecable en todas sus vertientes. Fargo no es una serie de protagonistas, es un puzzle que no se puede completar si falta alguna pieza, y esto es algo que Noah Hawley ha tenido muy presente, pues parece que el puzzle se ha completado con éxito.
En la primera temporada, Noah Hawley nos lleva a 2006 para presentarnos a Lester Nygaard (Martin Freeman), un sencillo vendedor de seguros de una pequeña población de Minnesota, que ve cómo su mundo cambia por completo con la llegada de un misterioso y salvaje desconocido, al que podríamos llamar Lorne Malvo (Billy Bob Thornton). Sin embargo, en la segunda temporada Hawley nos hace retroceder en el tiempo hasta 1979, donde el matrimonio Blomquist (Kirsten Dunst y Jesse Plemons) y el matriarcado familiar Gerhardt, de cuyo imperio intenta apoderarse un sindicato mafioso de Kansas City, se verán envueltos en una serie de complicaciones que provocarán al policía local Lou Solverson (Patrick Wilson) y a su suegro Hank Larsson (Ted Danson) más de un dolor de cabeza, mezclado todo esto -por sí fuera poco-, por sucesos paranormales, que, sin duda, incrementa aún más la tensión -si cabe- en Fargo.
Pero no hay que dejarse engañar: Fargo no te suelta en ningún momento. Pues aunque sean dos temporadas individuales en cuanto a la trama se refiere, ambas se ven unidas por la familia Solversson de manera superficial, pero por la pequeña ciudad de Minnesota en el fondo. Porque ambas -como ocurre en la vida misma-, se unen por matices. Y si lo que hemos visto ha hecho historia dentro de la televisión estadounidense, no cabe imaginar lo que hará lo que nos queda por ver. Porque sí, Fargo sigue.

En definitiva, Fargo ha creado un género en sí mismo. Ha creado un estilo de hacer ficción para televisión más cerca de lo cinematográfico. Ha innovado en la forma de contar algo que ya estaba contado, y le ha salido bien la jugada. Pero, sobre todo, ha creado una nueva ciudad de Bemidji paralela a la ya existente y la ha bañado de rojo, haciendo que aquella pequeña broma de los hermanos Cohen en la película homónima de 1996 que rezaba: "Esta es una historia verdadera. Los acontecimientos descritos en esta película ocurrieron en Minnesota en 1987. A petición de los supervivientes, los nombres han sido cambiados, por respeto a los muertos, el resto se ha relatado tal y como ocurrió", se haya convertido en realidad.
de Sergio de Mingo.
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